Brisa del Calvario – Poemario de Semana Santa

BRISA DEL CALVARIO

Antonio Martín-Viveros Tajuelo

Libro de poemas, editado y publicado por la Junta de Hermandades de Semana Santa de Herencia (C. Real) en el año 2004
AUTOR

ANTONIO Martín-Viveros Tajuelo nació en Herencia (C. Real) en 1982, donde cursará la educación general básica en el Colegio de Nuestra Señora de las Mercedes y en el Colegio de la Merced, respectivamente; posteriormente cursó el bachillerato en el Seminario Diocesano de Valladolid y el Bienio filosófico para teólogos en la Universidad Pontificia de Salamanca.

Actualmente (año 2004) estudia Humanidades en la Universidad Carlos III de Madrid. De vocación poética temprana, a los doce años escribe su primer poema, que abre la puerta a una extensa actividad poética hasta la actualidad. Su obra es tan extensa como silenciosa. Numerosos críticos, tras leerla, coinciden en destacar el alma que palpita dentro de una poesía fresca, ágil, bella e intensa, como elaboración del sentimiento popular. También destacan la inmensa carga teológica de sus poemas religiosos.

Hasta hoy, el grueso de su obra permanece inédito, siendo de temática variada, pero pudiéndose extraer dos temáticas principales: la religiosa y los temas manchegos. Ha colaborado con poemas en diversas publicaciones como Caminos de liberación (PP Mercedarios), Aires de Sierra Morena (Boletín oficial del Santuario de la Virgen de la Cabeza de Andújar), así como en numerosos programas de actos de las distintas Hermandades de Herencia, sobre todo en la Hermandad de San José.

Desde los siete años es miembro de la “Hermandad de nuestro Padre Jesús Nazareno y Virgen de la Amargura”, de su localidad natal.

Los misterios de la muerte y la resurrección del Señor ocupan un lugar muy especial en sus sentimientos, tanto personales como poéticos, y así queda patente en cuatro poemarios (2000 – 2003) de Semana Santa y numerosos poemas independientes, de los cuales la presente publicación ofrece una selección.

PRESENTACIÓN

TEMBLOROSOS los días, avanzada la cuaresma, Herencia se prepara para rccibir de nuevo en su seno lo que un día acogió Jerusalén y que, desde entonces, se recuerda como misterio de Redención.

Como cada primavera, el pueblo entero saldrá a la calle para expresar con lo que es él mismo, con su gesto y sus lágrimas, 1o que lleva siempre latiendo en 1o más profundo de su interior. Y saldrá, sí, para acompañar a su Cristo, desde el huerto de los olivos hasta el monte Calvario, y a su Madre, Madre de dolores desde el pretorio hasta el sepulcro.

En cada estación será el mismo corazón quien hable a los ojos, que responderán con lágrimas sin poder pronunciar palabra (o tal vez sea esa la mejor palabra que se puede pronunciar ante el misterio). En cada vaivén de bambalina, al compás de la cera que, caprichosa, se engalana en el taller de los cirios, ha de ser el alma misma Ia que queda privada de tanta hermosura. Y tendrá que ser la luna la que desdibuje en lividez la celestial serenidad de los rostros del amor.

Ojalá que cada uno de estos versos, como requiebros de saeta lleguen desde el balcón de los sentimientos hasta la herida abierta del costado del Señor y que Él, misericordia infinita, nos lo devuelva en gracia de compresión y de unión a Él en el misterio del camino del dolor hacia la Pascua.

INTRODUCCIÓN

¿Has pensado en preguntarle al alma qué siente ante la pasión de Cristo? su respuesta, escalofrío y estremecimiento. Te hablará desde la sinceridad más pura y será evangelio de interior.

Llega el momento de hablar desde el corazón, o mejor, que el corazón hable sin que nosotros pronunciemos palabra, tanto tiene que decir el silencio del sepulcro… Tanto, los ojos bellos de la Virgen triste… Tanto, la figura de la cruz desnuda… Y aún más, la blancura victoriosa de la tumba abierta.

Un año más ya se están llenando nuestros altares de temblorosa luz, se escucha el susurro de un vía crucis y el viento se rompe poco a poco con los graves gemidos de un tambor. Ya las imágenes, limpias y vestidas, adornadas y en los hombros, preparan sus miradas para enseñamos algo nuevo sobre el misterio Pascual.

Hemos de ser luz que alumbre el paso del Nazareno cansado, hemos de acompañarle hasta el Calvario desde Getsemaní. Ojalá que en esta Semana Santa cada uno de mis versos, se hagan de todos vosotros, y así, podamos descubrir que el dolor no es sino una puerta abierta al gozo de la resurrección.

VIERNES DE DOLORES
Viernes de dolores
y el llanto se desenvuelve
en los ojos de una Madre
que ya llora,
que presiente,
que abrirse ve la flor de la pasión
y el olor amargo huele de la cruz.
En desolados pasos avanza,
alumbrada por la luna,
cautiva en candelería,
y llora,
y presiente
acariciando con sus manos el Calvario.
Presiente,
llora
primavera en lágrimas de almendro
que sólo en el viernes de dolores
pintan de negro los campos de la Mancha.
DOMINGO DE RAMOS
Los niños llevan olivo
al grito de: ¡Hosanna! ¡Hosanna!
Y el sol vierte su mañana
en una alfombra de lirios.

En nombre de Dios, bendito
el que viene con campanas;
y el pueblo en él se engalana
como Herencia de Dios vivo.

¡Es nueva Jerusalén
moldeada como arcilla
en manos del sumo Bien!

Donde se vio maravilla
nunca llegaron a ver
Gloria en una borriquilla.

JUEVES SANTO
Sólo el viento en redoble de luna.
Sólo el viento.
Sólo el viento envolverá la espiga que hoy
es flor de molino
amasada por las manos de la vida.
Sólo el viento.
Sólo él envolverá el racimo
de la sangre del lagar
el Jueves Santo.
Sólo el viento
testigo de eucaristía
contemplará el misterio de la entrega,
la vida,
el amor,
la comunión de la humanidad.
Y sólo el viento.
Sólo el viento.
Sólo.
Apagará las llamas
que quieran conjurar a los olivos
a un hechizo de traición
que bese al Sacramento.
BESO DE JUDAS
Bañados de luna,
los olivares
lloran aceitunas
de aceite y sangre.

La Noche encendida,
luz de azabache,
de mal, que ya ronda
para encontrarte.

De antorchas se oculta
el cielo añil
y devora el fuego
Getsemaní.

Quien siguió tus pasos
regresa a ti
por sendas de invierno
que gesta Abril.

Sentirás que el beso,
gesto de amor,
te lleva al Calvario
por la traición.

VIERNESSANTO
Amarga soledad,
que ciñe de sangre las entrañas,
metálicas de vida,
sonoras de desamparo
y angustia.
El Viernes se bendice.
Santificado queda bajo el madero
donde el Hombre,
donde el hambre,
donde el sueño,
desgrana su vida prendido de los clavos de la noche;
rasgando santamente las sienes del Calvario.
Y sola la cruz,
ante mis ojos sola
de esperanza,
resplandece
con el canto de una nueva humanidad
en el más puro silencio del ocaso.
CRISTO DE LA COLUMNA
Cristo de la madrugada,
que en un renacer de albores
herido tienes el cuerpo
como el alba de colores.

Del sol su lanza de aurora
traspasa dulce tu vida.
Y amaneces. Sin figura,
bordado en rojo de heridas.

Tú que sembraste la tierra,
con semillas, el amor,
recoges hoy como fruto
furia, sangre y sinsabor.

No hay columna que sostenga
de Dios tanto sufrimiento.
¿Dónde caerás, Cristo mío,
sumido en tan cruel tormento?

El látigo del pecado
te ahoga con el dolor,
poniéndote en los umbrales
de un altar de Redención.

Y sigues, Jesús, amando
cuando tus manos atadas
quieren lavar de traiciones
no habiendo estado manchadas.

Mira que látigos nuevos
azotan hoy nuestras almas,
de negro tiñen las sienes,
de morado las entrañas.

Jesús, que el hombre te encuentre
en sus dolores, y halle
su bálsamo en la amargura
de las gotas de tu sangre.

Y la humanidad te encuentre
en su noche como luna,
como sol en su mañana:
Cristo atado en la columna.

CRISTO DE LA MISERICORDIA
El agua del dolor
es agrio desencanto,
es frío y es calor,
es gozo y es espanto
de estupor.

Al pueblo entero das
tu gran misericordia,
purísima humildad
que abrazase a la gloria
de la paz.

De pobre balconada
cautiva tu figura;
las manos bien atadas:
mantiene la ternura
tu mirada.

Y, gota a gota, irá
el agua por las manos
sembrando falsedad,
para poder Pilato
descansar.

Estás ajusticiado, te
espera la condena;
me miras, maltratado,
llenando de tu pena
mi costado.

Porque a tu paso afloran
las lágrimas del tiempo,
te busco donde lloran
los rojos sentimientos
de la aurora.

JESÚS DE NAZARENO
El viento ya va delante
alisando en crucis vía
las piedras que están hiriendo
tus pasos cuando caminas.

Nazareno de morado,
cuaresmalmente vestido
con el oro de tus venas
hasta tres veces caído.

Reo de la muerte pronta
con una cruz a la espalda
agónico cordón negro
que te oprime la garganta.

Brilla el polisón de gracia
por tu caminar silente,
y, al arrastrar, polvareda
deja de estrellas lucientes.

También se arrastra el madero
y en cada golpe se astilla
y más pesa cuanto tiene
menos madera en su orilla.

Ay, si, Jesús Nazareno,
poner mis manos pudiera
bajo tus plantas heridas
para que más no te hirieran

Ay, si, Jesús Nazareno,
dejar mi vida pudiera
de alfombra para el camino
por donde al monte subieras.

Ay, mi Jesús Nazareno,
sólo en mi verso pondré
la fuerza que te acompañe
al cruzar Jerusalén.

CIRINEO
No pienses negarle nunca
a Cristo tu buena ayuda,
que si hoy la cruz la levantas
pronto llevará él la tuya.

Alíviale en el camino
las rosas que el lirio brota,
piensa que dará su alivio
a tus ilusiones rotas.

No pienses que estás llevando
la cruz a quién nada vale;
está en su dolor llorando,

tu consuelo siempre dale
porque en su aflicción triunfando
la gloria de su alma sale.

LA VERONICA
¡Quién como tú, Verónica, pintora
de la divinidad en lienzo fino;
en el taller del alma del camino,
con pincel de Cristo, a quien adoras!

¡Quién como tú conservará las horas
entre la blanca trama del destino,
entretejida de hilo tan divino
que del rostro de Cristo de enamora!

Así es tu corazón quien ha enjugado
la amarga soledad de quien camina
sangrando amor, de espinas coronado.

Estás del redentor en sus caídas,
y Dios mismo de gloria te ha llenado
con el último aliento de su vida.

SAN JUAN
Si me dijeran, San Juan,
que tienes al alma fría,
razones no encontraría
para dar credulidad.

En la cumbre de pasión
fuiste la imagen sagrada
de la humanidad amada
a la que a su madre dio
como madre del amor
que sus manos ofrecían,
y los hombres no querían
hasta el punto de la cruz,
donde lloraba la luz
en los ojos de María.

Como columna a su lado
la alientas con la esperanza
de tus palabras. Se alcanza,
teniendo el sol eclipsado,
conservar iluminado
el rostro de la ternura,
más grande cuanto más pura
es la gracia del Señor:
junto a la Madre de Dios
y Virgen de la Amargura.

Para dar credulidad
razones no encontraría
si me dijeran, San Juan,
que tienes el alma fría.

MAGDALENA
Y tanto amor silencias, Magdalena,
que abrazas de la cruz el sufrimiento,
llorando bajo el leño; es el momento de
redención que rompe tus cadenas.

Si antaño te salvó de tu condena,
redime ahora, en manos del tormento
tu corazón, y, apenas sin aliento,
gloria pone en las sienes de tu pena.

Enterrada en la sombra del madero,
oculta bajo un cielo de pecado
ves apagarse al alba del Lucero.

Y tus vestidos dan, ensangrentados,
la gracia que enjugaste del reguero
de eucaristía en cáliz de costado.

VIRGEN DE LA AMARGURA
Jamás el mundo vio
tantísima ternura
en un rostro, que dio
al tiempo la amargura
y el amor.

Corona de la paz,
fajín de la pureza,
aurora de humildad
y estrella de grandeza
celestial.

Se nubla mi razón
al verte desolada
y estar el corazón
agonizante a espada
de dolor.

Con alma de verdad
te entregas al camino,
la cruz ves arrastrar,
queriendo en su destino
acompañar.

Sabiendo que el Señor
se muere en sombra y pena,
te ahoga el descolor
y te atan mil cadenas
de amargor.

CRISTO DE LOS AFLIGIDOS
Y el viento se te ciñe en la cintura
tomándote en sus brazos de esperanza,
blanco de amor, ligero de añoranza,
besa las llagas abiertas de ternura.

Seca la sangre, surcada de frescura
clama del mundo llanto sin tardanza,
noche espinada que en tu sien alcanza
luna de horror, creciente en desfigura.

No cabe hablar frente al madero alzado,
está el abismo abierto en cercanía
bajo los pies de dios crucificado.

Si se hunde en ti del hombre su alegría,
contigo tiene el corazón clavado
y muerto entre faroles de agonía.

VIRGEN DE LA SOLEDAD
A Jesús la vida
le han quitado ya
y la Virgen Santa
llora en Soledad.

De su negro manto
lleva el cielo preso,
con estrellas blancas
y fulgor de beso;
firmamento espeso
que quiere brillar,
y la Virgen Santa
llora en Soledad.

Si la reina sufre
cautiva en el suelo
los astros se vuelven
tela de pañuelo;
la elevan al cielo
hombros de bondad
y la Virgen Santa
llora en Soledad.

Verla caminando
es ver el espejo
de una madre cerca
con el alma lejos;
reina en su cortejo
recia austeridad,
y la Virgen Santa
llora en Soledad.

SANTO ENTIERRO DE CCRISTO
Eres, Señor, el eco de un abrazo,
ahora, entre cristales transparentes,
eres la paz, nacida permanente
del lecho de la tierra en el regazo.

El mundo a tus palabras dio rechazo
y, arrepentido, llora amargamente
al verte, blanco, muerto injustamente
y del silencio atado por los lazos.

Mármol de amor y bálsamo de espinas,
que en tu yacer despliegas la esperanza:
todo comienza al ver que se termina.

Y el cielo, que cerrado fue de lanza,
le viene al hombre y vida le avecina
abriéndolo la muerte sin tardanza.

VIRGEN DE LOS DOLORES
A penas de las frágiles violetas
el tallo opriman negros sinsabores
¿Qué quedará de tantos los colores,
saludo de la joven primavera?

Las Calles florecieron las primeras,
en flor está el almendro, todo flores:
en flor son de la Virgen los dolores
sin pétalos. Espinas, llanto y pena.

Es tan niña y tan mayor se aflige,
es tan reina y tan humilde llora,
es tan blanca y tan de negro viste,

tan muchacha y de mi amor Señora,
tan pequeña y pedestal se erige,
tan sencilla y es del sol aurora.

SÁBADO SANTO
Escucha del sepulcro su silencio
que tanto tiene que decir ahora,
cuando del alma callan las sonoras
palabras que furioso mueve el viento

¿Preciso para el uno por dar ciento
es el entrar sin tiempo y a deshora
en las entrañas de la tierra? Llora
mi vida, Cristo que te vio despierto.

¿Por qué el silencio calla en su lenguaje?
Ante la piedra de rodillas miro
y la oración se queda en cautiverio.

Partiste con la muerte en su viaje
¿entraste ya en la tumba del olvido,
sepulcro, cuna y fuente de misterio?

DOMINGO DE RESURECCIÓN
Vístete, Herencia de blanco
que ya llegó tu alegría,
cierra el dolor, y confía
porque está el resucitado
resurgiendo con el día.

¡Cómo rompe los grilletes!
Escucha de gloria el eco
y siente en el recoveco
del alma los gallardetes
con la victoria en sus flecos.

Nosotros lo vimos muerto
y vemos cómo camina
sin sangre ya, sin espinas,
sin los sudores del Huerto,
y con la mirada limpia.

¡Cómo lo verá la Madre,
Magdalena, que lloró,
San Juan, que lo acompañó.
Se encontraron en la calle,
llegados a San Antón.

Brisa del Calvario - Poemario de Semana Santa por Antonio Martín Viveros Tajuelo

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