Hermandad Virgen de los Dolores

Es el aldabón y el broche de la Semana Santa; la Virgen de los Dolores, con su pena contenida en un suspiro y su mirada mirando a la tierra que acoge el cuerpo muerto de su hijo anuncia de viernes a viernes los misterios del dolor.
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Como una copa de luto humano, sus nazarenos se acercan hasta la Plaza y allí la esperan, esperan el toque de campana, el martillo que anuncie que ya la madre, cautiva en sus varales de oraciones y velada por el palio negro bordado, ha comenzado a moverse dentro del templo, que poco tardará ya en cruzar el umbral y hacer la primera levantá por los hermanos que con ella estuvieron y que ahora harán su estación de penitencia desde el Cielo. Al levantar el trono al cielo y escuchar el crujido de los varales parece como si fuera cosa de ángeles hacer que el trono descanse de esa manera sobre los hombros de los hombres y mujeres que la quieren.
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La Virgen de los Dolores nunca ve la luna llena, nunca ve la luna porque mira a sus hijos, porque no levanta la vista de un horizonte bajo en el que se reconoce como Madre. Dentro de tres días, ya sin palio y sin negrura podrá mirar al cielo y reconocerse como Reina de todo lo creado, como la Genitrix del universo, la divina engendradora y corredentora de la Creación.

El viento aletea entre las capas, hace volar el sueño y el ensueño de volver la vista atrás y en la dificultad del capirote ver arder las plegarias de un pueblo en la candelería prendida por completo y alumbrando la cara a la Bendita Madre de los Dolores. Cuánto camino queda por recorrer, cuántas casas por visitar, cuántas enfermedades por sanar. Y las almas buscan el paso y caminan delante del palio abriéndole senda en la promesa de seguir, de seguir siempre caminando a su lado, caminando con Ella.

Imagen sublime, solemne mirada que lleva contemplando a Herencia durante siglos, rosa de pasión que se abre cada Viernes Santo para llorar su aroma por los jardines de un manto bordado.

Quien mira a la cara de esta Virgen aún siente en los labios el aroma de su piel y el beso enamorado de una tarde de septiembre, de una tarde cristalina a las puertas de la Redención en la que la Reina deja su camarín y desciende de las alturas para hacerse Madre de su pueblo. ¡Cómo impresiona ver su imagen alfombrada por los escalones del presbiterio! Ante tan regia figura solo cabe la oración, un ave maría, una salve emocionada y envuelta en el arrullo del ocaso, del atardecer anaranjado que huele a viña en flor y vino nuevo, porque por ofrecerte lo mejor, ese día las viñas florecen y hacen de las puertas del otoño una nueva primavera.
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Los odres de las lágrimas se vierten en la mesa, y como anfitriona del dolor toma la Señora asiento en el trono y comparte la amargura en copas de esperanza. La Gracia de la vida eterna se resume en una estancia, estancia de varales plateados, de bambalinas, cordones y caireles, de candelería y hoguera, corazón y fuerza dolorosa que ayuda a superar las penas. Dolores, Madre de Dios; Dolores, Madre de los hombres, en el vaivén de los hombros de los anderos, derrama tus bendiciones.

La Hermandad de la Virgen de los Dolores se presenta ante el pueblo como un Sagrario caminante que custodia en lo más profundo de su corazón el Misterio del Dolor de la Madre de Dios, la madera Sagrada de la Historia de Herencia que tanto sabe de las penas, los avatares y sentimientos de la genealogía de un pueblo.

 

 


Vídeo de la procesión de Viernes de Dolores en Herencia – 22 de Marzo del 2013