Preguntas y respuestas de Semana Santa

Quién es Jesucristo.
Cómo era Jesús.
Cuáles fueron las siete últimas frases de Jesucristo en la cruz.
Qué quiso decir Jesús cuando dijo ‘YO SOY’.
Por qué es Jesús único.
Cuál es el significado de la sangre de Cristo.
Qué significa que Jesús es el Cordero de Dios.
Cuál es el significado y la importancia de la ascensión de Jesucristo.
Por qué Jesús tuvo que experimentar tanto sufrimiento.
Por qué debo creer en la resurrección de Cristo.
Por qué es importante la resurrección de Jesucristo.
Qué es el amor de Cristo
Cuál era el significado y propósito de las ‘tentaciones’ de Jesús.
Qué significa que Jesús es el Hijo de Dios.


 

¿Quién es Jesucristo?

A diferencia de la pregunta, “¿Existe Dios?”, muy poca gente se ha cuestionado si Jesucristo existió. Generalmente se acepta que Jesús verdaderamente fue un hombre que caminó sobre la tierra de Israel, hace más o menos dos mil años. El debate comienza cuando se analiza el tema de la identidad completa de Jesús. La mayoría de religiones principales enseñan que Jesús fue un profeta, o un buen maestro, o un hombre devoto. El asunto es el siguiente, la Biblia nos dice que Jesús fue infinitamente más que un profeta, un buen maestro, o un hombre devoto.

C. S. Lewis en su libro Mero Cristianismo escribe lo siguiente: “Aquí estoy tratando de prevenir a quienquiera, de cometer la verdadera insensatez que a menudo se comete al decir de Él, es decir de Jesucristo lo siguiente: ‘Estoy listo para aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no acepto su afirmación de ser Dios’. Esa es una de las cosas que no deberíamos decir. Un hombre que era simplemente un hombre, y que decía toda clase de cosas, sólo por decir, no aplica a un gran maestro moral como Jesús. O era un lunático – o un hombre ambiguo – o el mismo Demonio del Infierno. Usted debe hacer su elección. Este hombre fue y es el Hijo de Dios, o de lo contrario, fue un loco o algo peor… Usted puede hacerlo callar por tonto, puede escupirlo y matarlo como a un demonio; o puede caer a sus pies y llamarlo Señor y Dios. Pero no seamos condescendientes con ninguna tontería acerca de que era un gran maestro humano. Él no ha dejado esa opción abierta para nosotros. Él no tuvo esa intención.”

Veamos ahora, ¿quién demandaba ser Jesús? ¿Quién dice la Biblia que era Él?Primero, miremos las palabras de Jesús en Juan 10:30, “Yo y el Padre uno somos”. A primera vista, no parecería afirmar ser Dios. Sin embargo, mire la reacción de los Judíos en Su declaración, “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10:33). En los siguientes versículos, Jesús nunca corrige a los judíos diciéndoles, “Yo no me hago Dios”. Eso indica que Jesús verdaderamente estaba diciendo que era Dios al declarar,“Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Juan 8:58 es otro ejemplo. Jesús proclamó, “¡De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy!”Tomaron entonces piedras para arrojárselas (Juan 8:59). Jesús, anunciando Su identidad como “Yo soy” es una aplicación directa del nombre del Antiguo Testamento para Dios (Éxodo 3:14). Nuevamente, ¿por qué los Judíos querían apedrear a Jesús, si El no había dicho algo que ellos creían era blasfemo, concretamente, una afirmación de ser Dios?

Juan 1:1 dice que “el Verbo era Dios”. Juan 1:14 dice que “aquel Verbo fue hecho carne”. Esto indica claramente que Jesús es Dios en la carne. Tomás el discípulo de Jesús dijo, “Señor mío y Dios mío” (Juan 20:28). Jesús no lo corrigió. El Apóstol Pablo lo describe como, “…nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13). El Apóstol Pedro dice lo mismo, “…nuestro Dios y Salvador Jesucristo” (2ª Pedro 1:1). También Dios el Padre es testigo de la completa identidad de Jesús, pero acerca del Hijo dice, “Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre; Cetro de justicia es el cetro de Tu reino”. Las profecías de Cristo del Antiguo Testamento anuncian Su deidad, “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado y el principado sobre su hombro, y se llamará su nombre, Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.”

De manera que, como C. S. Lewis sostuvo, creer en Jesús como un buen maestro, no es una opción. Clara e innegablemente Jesús afirmaba ser Dios. Si El no es Dios, entonces es un mentiroso, y por tanto no es un profeta, un buen maestro o un hombre devoto. Al intentar explicar las palabras de Jesús, los “eruditos” modernos declaran que “el verdadero Jesús histórico” no dijo muchas de las cosas que la Biblia le atribuye. ¿Quiénes somos nosotros para debatir con la Palabra de Dios, referente a lo que dijo o no dijo Jesús? ¿Cómo puede un “erudito” que dista de Jesús dos mil años, tener una mejor percepción de lo que Jesús dijo o no, que la que tuvieron aquellos que vivieron, sirvieron y fueron enseñados por Jesús mismo (Juan 14:26)?

¿Por qué es tan importante la pregunta acerca de la verdadera identidad de Jesús? ¿Por qué es importante que Jesús sea Dios o no? La razón más importante por la que Jesús tiene que ser Dios, es que si Él no es Dios, Su muerte no habría sido suficiente para pagar la penalidad de los pecados de todo el mundo. (1ª Juan 2:2). Solamente Dios pudo pagar tal penalidad infinita (Romanos 5:8; 2ª Corintios 5:21). Jesús tenía que ser Dios, a fin de que pudiera pagar nuestra deuda. Jesús tuvo que ser hombre para que pudiera morir. ¡La salvación está disponible solamente a través de la fe en Jesucristo! La deidad de Jesús es la razón por la que El es el único camino de salvación. La deidad de Jesús es la razón por la que proclamó, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).


 

¿Como era Jesús?

La Biblia nunca da alguna descripción física de Cristo. Lo más cercano que podemos ver a una descripción está en Isaías 53:2b, “No hay parecer en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos.” Todo esto nos dice que la apariencia de Jesús era la de cualquier otro hombre – Él tenía una apariencia común. Isaías estaba profetizando aquí, que la venida del Siervo sufriente surgiría en condiciones pobres y no usaría ninguno de los emblemas usuales de la realeza, haciendo Su verdadera identidad visible únicamente para el discernimiento del ojo de la fe.

Isaías describe después la apariencia de Cristo como se vería cuando fuera azotado antes de Su crucifixión. “De la manera que muchos se asombraron de ti, pueblo mío, así fue desfigurada su apariencia más que la de cualquier hombre, y su aspecto más que el de los hijos de los hombres.” (Isaías 52:14). Estas palabras describen la inhumana crueldad que Él sufrió hasta el punto en que ya no parecía un ser humano (Mateo 26:67, 27:30; Juan 19:3). Su apariencia era tan terrible, que la gente lo veía asombrada.

La mayoría de las imágenes que tenemos de Jesús hoy, probablemente no sean fieles. Jesús era un judío, así que es probable Él tuviera la piel morena, los ojos oscuros y el cabello negro. Esto está muy lejos de la representación del pelo rubio, los ojos azules y la piel blanca en muchas imágenes modernas. Una cosa es segura: si fuera importante para nosotros saber realmente cómo era Él; Mateo, Pedro y Juan, quienes pasaron tres años con Él, ciertamente podrían darnos una descripción precisa, así como lo harían Sus hermanos, Jacobo y Judas. Sin embargo, estos escritores del Nuevo Testamento no ofrecen detalles acerca de Sus atributos físicos.


 

¿Cuáles fueron las siete últimas frases de Jesucristo en la cruz, y que significan?

Estas son las siete declaraciones de Jesucristo hechas en la cruz (sin un orden en particular).

(1) ELI, ELI, ¿LEMA SABACTANI?. Mateo 27:46 nos dice que “alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: ELI, ELI, ¿LEMA SABACTANI? Esto es: DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?” Aquí Jesús estaba expresando Sus sentimientos de abandono al haber colocado Dios los pecados del mundo en Él – y por esta razón, Dios tenía que “volver Su rostro” de Jesús. Mientras Jesús estaba sintiendo ese enorme peso del pecado, Él estaba experimentando Su separación de Dios Padre por única vez en toda la eternidad. Esto también fue en cumplimiento a la declaración profética en el Salmo 22:1.

(2) “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34). Aquellos que crucificaron a Jesús no estaban conscientes del alcance total de lo que estaban haciendo, porque ellos no lo reconocían como el Mesías. Su ignorancia de la divina verdad no significaba que merecieran el perdón, y la oración de Cristo en medio de sus burlas hacia Él, es una expresión de la ilimitada compasión de Su gracia divina.

(3) “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23:43). En esta declaración, Jesús está asegurando a uno de los criminales en la cruz, que cuando él muriera, estaría con Jesús en el Cielo. Esto estaba garantizado porque aún en la hora de su muerte, el criminal había expresado su fe en Jesús, reconociéndolo como lo que Él era (Lucas 23:42).

(4) “Padre, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU.” (Lucas 23:46) Aquí, Jesús está abandonando voluntariamente Su alma en las manos del Padre, indicando que Él estaba por morir y que Dios había aceptado Su sacrificio. Él “se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios”, (Hebreos 9:14).

(5) “¡Mujer, he ahí tu hijo! y He ahí tu madre” Cuando Jesús vio a Su madre de pie cerca de la cruz con el apóstol Juan, a quien Él amaba, Él encomendó en las manos de Juan el cuidado de Su madre. Y desde aquella hora Juan la recibió en su propia casa (Juan 19:26-27). En este verso Jesús, siempre el Hijo compasivo, se está asegurando de que Su madre terrenal sea cuidada después de Su muerte.

(6) “Tengo sed” (Juan 19:28). Jesús está cumpliendo aquí la profecía Mesiánica del Salmo 69:21: Y por comida me dieron hiel, y para mi sed me dieron a beber vinagre.” Al decir que estaba sediento, los guardias romanos respondieron dándole vinagre, que era lo acostumbrado en una crucifixión, con lo cual daba cumplimiento a la profecía.

(7) “¡Consumado es!” (Juan 19:30) Las últimas palabras de Jesús significaron que Su sufrimiento había terminado, así como toda la obra que Su Padre le había encomendado realizar, que era, predicar el Evangelio, obrar milagros y obtener la eterna salvación para Su pueblo, todo estaba hecho, terminado y cumplido. La deuda por el pecado estaba pagada.


 

Qué quiso decir Jesús cuando dijo ‘YO SOY’

La respuesta de Jesús a la pregunta de los fariseos de “¿Tú quién eres?” dijo,“Vuestro padre Abraham se regocijó esperando ver mi día; y lo vio y se alegró. Por esto los judíos le dijeron: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: antes que Abraham naciera, yo soy. Entonces tomaron piedras para tirárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo”. (Juan 8:56-58) La violenta respuesta de los judíos al “YO SOY” de Jesús, indica que ellos entendieron claramente lo que Él estaba declarando – que se estaba igualando a Dios al adjudicarse el título de “YO SOY” con el cual Dios se identificó a Sí mismo en Éxodo 3:14.

Si Jesús solo hubiera querido decir que Él existía antes que de los tiempos de Abraham, Él hubiera dicho: “Antes que Abraham fuera, Yo era”. Las palabras griegas traducidas como (fuera) “era” en el caso de Abraham, y el “soy” en el caso de Jesús, son totalmente diferentes. Las palabras elegidas por el Espíritu dejan en claro que Abraham fue “traído a existir” pero que Jesús ha existido por la eternidad (Juan 1:1). No hay duda de que los judíos entendieron lo que Él estaba diciendo, porque tomaron piedras para matarlo por hacerse igual a Dios (Juan 5:18). Tal declaración, si no era verdad, era una blasfemia, y el castigo prescrito por la Ley Mosaica era la muerte (Levítico 24:11-14). Pero Jesús no blasfemó; Él era y es Dios, la segunda Persona de la Divinidad, en todo sentido igual al Padre.

Jesús usó la misma frase “YO SOY” en siete declaraciones acerca de Él mismo. En todas las siete, Él combina el YO SOY con tremendas metáforas en las cuales expresa Su relación salvadora hacia el mundo. Todas se encuentran en el libro de Juan. Ellas son: YO SOY el Pan de la vida (Juan 6:35, 1, 48, 51); YO SOY la Luz del mundo (Juan 8:12); YO SOY la Puerta de las ovejas (Juan 10:7, 9); YO SOY el Buen Pastor (Juan 10:11, 14); YO SOY la Resurrección y la Vida (Juan 11:25); YO SOY el Camino, y la Verdad, y la Vida (Juan 14:6); y YO SOY la Vid verdadera (Juan 15:1, 5).


 

¿Por qué es Jesús único?

1. Él es el único, el unigénito Hijo de Dios (Salmo 2:7, 11.12; Juan 1:14; Lucas 1:35)

2. Él es eterno. Él ha existido desde la eternidad pasada, Él existe en el presente, y Él existirá por toda la eternidad en el futuro (Juan 1:1-3, 14, 8:58).

3. Solo Jesús es El que llevó nuestros pecados, para que pudiéramos obtener el perdón y ser salvados de ellos (Isaías 53; Mateo 1:21; Juan 1:29; 1 Pedro 2:24; 1 Corintios 15:1-3).

4. Jesús es el único Camino al Padre (Juan 14:6; Hechos 4:12; 1 Timoteo 2:5); no hay otro camino para la salvación. Él es el único justo El que intercambió Su perfecta justicia por nuestro pecado (2 Corintios 5:21).

5. Solo Jesús tenía el poder sobre Su propia muerte y la habilidad para tomar Su vida de nuevo (Juan 2:19, 10:17-18). Su resurrección no fue una “espiritual” sino física (Lucas 24:39). Su resurrección de los muertos, para nunca morir de nuevo, lo distinguen como el único Hijo de Dios (Romanos 1:4).

6. Solo Jesús aceptó ser adorado como alguien igual al Padre (Juan 20:28-29; Filipenses 2:6), y de hecho, Dios el Padre declara que el Hijo debe ser honrado como se honra a Dios (Juan 5:23). Todos los demás, ya sean los discípulos de Jesús o seres angélicos, correctamente rechazan esa adoración (Hechos 10:25-26; Hechos 14:14-15; Mateo 4:10; Apocalipsis 19:10, 22:9).

7. Jesús tiene el poder de darle vida a quien Él quiera (Juan 5:21).

8. El Padre le ha encomendado todo el juicio a Jesús (Juan 5:22).

9. Jesús estuvo con el Padre e involucrado directamente en la creación y es por Su mano que todas las cosas subsisten (Juan 1:1-3; Efesios 3:9; Hebreos 1:8-10; Colosenses 1:17).

10. Es Jesús quien gobernará al mundo al final de la presente era (Hebreos 1:8; Isaías 9:6-7; Daniel 2:35, 44; Apocalipsis 19:11-16).

11. Solo Jesús nació de una virgen, habiendo sido concebido por el Espíritu Santo (Isaías 7:14; Mateo 1:20-23; Lucas 1:30-35).

12. Es Jesús quien demostró que tenía los atributos de Dios [p.ej. el poder de perdonar pecados y sanar a los enfermos (Mateo 9:1-7)]; de calmar al viento y las olas (Marcos 4:37-41; Salmo 89:8-9); de conocernos y estar perfectamente familiarizado con nosotros (Salmo 139; Juan 1:46-50; 2:23-25), de resucitar a los muertos (Juan 11; Lucas 7:12-15, 8:41-55).

13. Hay un gran número de profecías concernientes al nacimiento, vida, resurrección, persona y propósito del Mesías. Todas fueron cumplidas por Él y por ningún otro (Isaías 7:14; Miqueas 5:2; Salmo 22; Zacarías 11:12-13, 13:7; Isaías 9:6-7; Isaías 53; Salmo 16:10).


 

Cuál es el significado de la sangre de Cristo

La frase “la sangre de Cristo” es usada muchas veces en el Nuevo Testamento, y es la expresión de la muerte sacrificial y la obra completa de expiación de Jesús en nuestro favor. Las referencias a la sangre del Salvador incluyen la realidad de que Él literalmente se desangró en la cruz, pero más significativamente que derramó Su sangre y murió por los pecadores. La sangre de Cristo tiene el poder de expiar un número infinito de pecados cometidos por un infinito número de gente a través de los siglos, y todos aquellos que ponen su fe en esa sangre serán salvados.

La realidad de la sangre de Cristo como medio de expiación por el pecado, tiene su origen en la Ley Mosaica. Una vez al año, el sacerdote debía hacer una ofrenda de la sangre de animales sobre el altar del templo por los pecados del pueblo. “Y según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón”. (Hebreos 9:22). Pero esta era una ofrenda de sangre que estaba limitada en su efectividad, por lo que tenía que ser ofrecida una y otra vez. Esta era una semblanza del sacrificio de Jesús ofrecido en la cruz “una vez y para siempre”(Hebreos 7:27). Una vez que fue hecho ese sacrificio, ya no hubo necesidad de la sangre de toros y machos cabríos.

La sangre de Cristo es la base del Nuevo Pacto. La noche anterior a Su crucifixión, Jesús ofreció la copa de vino a Sus discípulos diciendo, “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que es derramada por vosotros”. (Lucas 22:20). El verter el vino en la copa, simbolizaba la sangre de Cristo que sería derramada por todos los que creerían en Él. Cuando Él derramó Su sangre en la cruz, Jesús eliminó el exigencia del Antiguo Pacto del continuo sacrificio de animales. Esa sangre no era suficiente para cubrir los pecados del pueblo, excepto de una manera temporal, porque el pecado contra un Dios santo e infinito, requiere un sacrificio santo e infinito. “Pero en esos sacrificios hay un recordatorio de pecados año tras año. Porque es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados”. (Hebreos 10:3). Mientras que la sangre de toros y machos cabríos era un “recordatorio” del pecado, “la sangre preciosa de Cristo, un cordero sin mancha o defecto”. (1 Pedro 1:19), pagó totalmente la deuda del pecado que debíamos a Dios, y ya no necesitamos más sacrificio por el pecado. Jesús dijo, “¡Consumado es!” mientras Él moría, y con eso quiso decir que – la obra completa de redención fue hecha para siempre, “habiendo obtenido redención eterna” para nosotros (Hebreos 9:12).

La sangre de Cristo no solo redime a los creyentes del pecado y el castigo eterno, sino que “Su sangre purificará nuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo” (Hebreos 9:14). Esto significa que no solo somos ahora libres de ofrecer sacrificios, los cuales son “inútiles” para obtener la salvación, sino que somos libres de depender de las obras inútiles e improductivas de la carne para complacer a Dios. Porque la sangre de Cristo nos ha redimido, ahora somos nuevas criaturas en Cristo (2 Corintios 5:17), y por Su sangre somos liberados del pecado para servir al Dios vivo, para glorificarle, y para gozar de El por una eternidad.


 

Qué significa que Jesús es el Cordero de Dios

Cuando Jesús es llamado el Cordero de Dios en Juan 1:29 y Juan 1:36, es en referencia a que Él es el perfecto y último sacrificio por el pecado. Para poder entender quién es Cristo y lo que Él hizo, debemos comenzar con el Antiguo Testamento, el cual contiene profecías concernientes a la venida de Cristo como una “ofrenda por el pecado”(Isaías 53:10). De hecho, todo el sistema sacrificial establecido por Dios en el Antiguo Testamento sirvió de base para la venida de Jesucristo, quien es el perfecto sacrificio que Dios proveería como expiación por los pecados de Su pueblo (Romanos 8:3; Hebreos 10).

El sacrificio de corderos jugaba un papel muy importante en la vida religiosa judía y su sistema sacrificial. Cuando Juan el Bautista se refirió a Jesús como “El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. (Juan 1:29), los judíos que lo oyeron pudieron haber pensado inmediatamente en cualquiera de los muchos sacrificios importantes. Habiendo celebrado hasta entonces la fiesta de la Pascua cada año, el primer pensamiento pudo haber sido el sacrificio del Cordero de la Pascua. La fiesta de la Pascua era una de las principales fiestas judías y una celebración en recuerdo de cuando Dios liberó a los israelitas de la esclavitud en Egipto. De hecho, el matar al Cordero de la Pascua y aplicar su sangre en los postes de las puertas de las casas, para lograr que el ángel de la muerte pasara de largo ante aquella gente “cubierta por la sangre” (Éxodo 12:11-13) es un hermoso cuadro de la obra expiatoria de Cristo en la cruz.

Otro importante sacrificio que incluía corderos era los sacrificios diarios en el Templo de Jerusalén. Cada mañana y tarde en el Templo, era sacrificado un cordero, por los pecados del pueblo (Éxodo 29:38-42). Estos sacrificios diarios, como todos los demás, eran simplemente para señalar a la gente el futuro y perfecto sacrificio de Cristo en la cruz. A propósito, la hora de la muerte de Jesús en la cruz, corresponde a la misma hora cuando se llevaba a cabo el sacrificio de la tarde en el Templo. Los judíos de ese tiempo, también estarían familiarizados con los profetas Jeremías e Isaías del Antiguo Testamento, cuyas profecías anticipaban la venida de Aquel que sería traído “…como cordero inocente que llevan a degollar..”. (Jeremías 11:19; Isaías 53:7) y cuyos sufrimientos y sacrificio proveería la redención para Israel. Desde luego, esa Persona que fue anunciada por los profetas del Antiguo Testamento no era otro que Jesucristo,“el Cordero de Dios”.

Mientras que la idea de un sistema sacrificial puede parecernos extraña en nuestros días, el concepto del pago o restitución es uno que podemos entender fácilmente. Sabemos que la paga por el pecado es la muerte (Romanos 6:23) y que nuestro pecado nos separa de Dios. También sabemos que la Biblia enseña que todos somos pecadores, que ninguno de nosotros es justo delante de Dios (Romanos 3:23). A causa de nuestro pecado, estamos separados de Dios, y somos culpables ante Él; sin embargo, la única esperanza que podríamos tener es que Él nos proveyera un medio para reconciliarnos con Él, y por esa razón Él envió a Su Hijo Jesucristo a morir en la cruz. Cristo murió para hacer expiación por el pecado y pagar el castigo por los pecados de todos los que creemos en Él.

Es a través de Su muerte en la cruz, como el perfecto sacrificio de Dios por el pecado y Su resurrección tres días después, que ahora podemos tener vida eterna si creemos en Él. El hecho de que Dios mismo hubiera provisto la ofrenda para la expiación o pago por nuestro pecado, es parte de las gloriosas buenas nuevas del Evangelio, como lo está tan claramente expuesto en 1 Pedro 1:18-21 “Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor a vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios”.


 

Cuál es el significado y la importancia de la ascensión de Jesucristo.

Después de que Jesús resucitó de los muertos, Él “se presentó vivo” (Hechos 1:3) a las mujeres cerca de la tumba (Mateo 28:9-10), a Sus discípulos (Lucas 24:36-43), y a más de otras 500 personas (1 Corintios 15:6). En los días siguientes a Su resurrección, Jesús instruyó a Sus discípulos acerca del reino de Dios (Hechos 1:3).

Cuarenta días después de la resurrección, Jesús y Sus discípulos fueron al Monte de los Olivos cerca de Jerusalén. Allí, Jesús les prometió a Sus seguidores que pronto recibirían el Espíritu Santo, y les indicó que permanecieran en Jerusalén hasta que el Espíritu hubiera venido. Después, Jesús los bendijo y mientras les daba la bendición, comenzó a ascender al cielo. El relato de la ascensión de Jesús se encuentra en Lucas 24:50-51 y Hechos 1:9-11.

En la Escritura se expone claramente que la ascensión de Jesús fue literal, regresando corporalmente al cielo. Él se levantó gradual y visiblemente de la tierra, siendo observado por muchos atentos espectadores. Mientras los discípulos se esforzaban por echar una última mirada a Jesús, una nube lo ocultó de sus ojos, y aparecieron dos ángeles que les prometieron que Cristo regresaría “…tal como le habéis visto ir al cielo”. (Hechos 1:10-11).

La ascensión de Jesucristo es significativa por muchas razones:

1) Señaló el final de Su ministerio terrenal. Dios el Padre amorosamente había enviado a Su Hijo al mundo en Belén, y ahora el Hijo estaba regresando al Padre. Su período de limitación humana había terminado.

2) Significaba el éxito de Su obra terrenal. Él había cumplido con todo lo que tenía que haber hecho.

3) Marcó el retorno a Su gloria celestial. La gloria de Jesús había estado velada durante Su tiempo en la tierra, con una breve excepción en la Transfiguración (Mateo 17:1-9).

4) Simbolizó Su exaltación por el Padre (Efesios 1:20-23). Aquel con quien el Padre estaba grandemente complacido (Mateo 17:5) era recibido arriba con honor, dándosele un nombre que es sobre todo nombre (Filipenses 2:9).

5) Le permitió preparar un lugar para nosotros (Juan 14:2)

6) Indicó el inicio de Su nuevo ministerio como Sumo Sacerdote (Hebreos 4:14-16) y Mediador de un Nuevo Pacto (Hebreos 9:15).

7) Estableció el patrón para Su regreso. Cuando Jesús venga para establecer Su Reino, Él regresará de la misma manera en que se fue – literalmente, corporal, y visiblemente en las nubes (Hechos 1:11; Daniel 7:13-14; Mateo 24:30 y Apocalipsis 1:7).

En la actualidad, el Señor Jesús está en el Cielo. Las Escrituras lo describen con frecuencia a la diestra del Padre, una posición de honor y autoridad (Salmo 110:1; Efesios 1:20; Hebreos 8:1). Cristo es la Cabeza de la iglesia (Colosenses 1:18), el dador de los dones espirituales (Efesios 4:7-8), y Aquel que lo llena todo en todo (Efesios 4:9-10). Esta ascensión de Cristo fue el evento que hizo la transición de Jesús de Su ministerio terrenal a Su ministerio celestial.


 

Por qué Jesús tuvo que experimentar tanto sufrimiento

Isaías 52:14 declara, “Cómo se asombraron de Ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres Su parecer, y Su hermosura más que la de los hijos de los hombres”. Jesús sufrió terriblemente a través de todas Sus pruebas, tortura y crucifixión (Mateo capítulo 27; Marcos capítulo 15; Lucas capítulo 23; Juan capítulo 19). Tan horrible como fueron Sus sufrimientos físicos, no fueron nada comparados con el sufrimiento espiritual por el que Él atravesó. 2 Corintios 5:21 dice,“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en Él”. Jesús cargó el peso de los pecados de toda la humanidad sobre Él. (1 Juan 2:2) Fue el pecado el que causó que Jesús gritara, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46). Así que, a pesar del brutal sufrimiento físico de Jesús, éste fue nada en comparación con la carga de nuestros pecados que Él soportó – y por los que murió (Romanos 5:8).

Isaías capítulo 53, especialmente los versos 3 y 5 predicen el sufrimiento de Jesús,“Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de Él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos… Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre Él, y por Su llaga fuimos nosotros curados”. El Salmo 22:14-18 es otro poderoso pasaje que predice los sufrimientos del Mesías, “He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies. Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan. Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes”.

¿Por qué Jesús tuvo que sufrir tan terriblemente? Algunos piensan que la tortura física de Jesús fue parte del castigo por nuestros pecados que sufrió en nuestro lugar. Hasta cierto punto, este es el caso. Al mismo tiempo, la tortura que experimentó Jesús habla más de la crueldad y el odio de la humanidad, que del castigo de Dios por el pecado. El enorme odio de Satanás por Dios y Jesús fue con seguridad parte de la motivación tras el implacable abuso y tortura. El sufrimiento de Jesús es el ejemplo último de lo que siente el hombre pecador hacia un Dios santo (Romanos 3:10-18).


 

Por qué debo creer en la resurrección de Cristo.

Es un reconocido y bien establecido hecho, que Jesucristo fue públicamente ejecutado por crucifixión en el Ier. siglo d.C., en Judea bajo Poncio Pilato, a petición del Sanedrín judío. Los relatos históricos no cristianos de Flavio Josefo, Cornelio Tácito, Luciano de Samosata, Maimónides y aún del Sanedrín judío, corroboraron las declaraciones de los primeros cristianos que atestiguaron estos importantes aspectos históricos de la muerte de Jesucristo.

En cuanto a Su resurrección, hay muchas líneas de evidencia que hacen este caso irrefutable. Un famoso abogado resumió el entusiasmo y confianza cristianos en la solidez del caso de la resurrección cuando escribió, “He sido abogado defensor por más de 42 años, habiendo ejercido en muchas partes del mundo y aún estoy en servicio activo. He sido afortunado en asegurar un buen número de éxitos en diversos procesos jurídicos y puedo asegurar inequívocamente, que la evidencia de la Resurrección de Jesucristo es tan abrumadora, que obliga a aceptarla por las pruebas que no dejan lugar a dudas”.

La respuesta de la comunidad secular a la misma evidencia ha sido predeciblemente apática, acorde con su leal compromiso con el naturalismo metodológico. Para quienes no están familiarizados con el término, el naturalismo metodológico es el empeño de explicar todo en términos de causas naturales y causas naturales solamente. Si algún supuesto evento histórico desafía una explicación natural. (p. ej. una resurrección milagrosa), los eruditos seculares generalmente lo tratan con exagerado escepticismo, a pesar de la evidencia, sin importar lo abrumadora que ésta sea.

A nuestro juicio, tal inflexible fidelidad a las causas naturales, a pesar de la clara evidencia de lo contrario, no conduce a una investigación imparcial (y por lo tanto adecuada) de la evidencia. Una postura científica e histórica más balanceada ha dicho,“El ser forzado a creer solo en una conclusión…se violaría la propia objetividad de la ciencia misma”. Habiendo dicho eso, procedamos ahora a examinar varias líneas de evidencia a favor de la resurrección.

La Primera Línea de Evidencia para la Resurrección de Cristo.

Para comenzar, tenemos el demostrable y sincero testimonio de testigos oculares. Los apologistas del cristianismo primitivo citaron a cientos de testigos oculares, algunos de los cuales documentaron las experiencias de sus propias declaraciones. Muchos de estos testigos oculares, gustosa y resueltamente soportaron prolongadas torturas y la muerte misma, antes que repudiar su testimonio. Este hecho certifica su sinceridad, descartando un fraude por parte de ellos. De acuerdo con el registro histórico, (p. ej. El Libro de los Hechos 4:1-17; Cartas de Plinio a Trajano X, 96, etc.) leemos, “Muchos cristianos podrían terminar su sufrimiento simplemente con renunciar a la fe. En vez de eso, parece que la mayoría optó por soportar el sufrimiento y proclamar la resurrección de Cristo de la muerte”.

Aún cuando el martirio es algo admirable, no es necesariamente demostrativo. Éste no valida una creencia tanto como a quien la cree (al demostrar su sinceridad de una manera tangible). Lo que hace que el martirio de los primeros cristianos sea algo extraordinario es que ellos demostraban con ello si lo que estaban pregonando era verdad o no; si vieron a Jesucristo vivo después de Su muerte o no lo hicieron. Esto es lo extraordinario. Porque si todo fuera solo una mentira, ¿por qué muchos seguían sosteniéndola dadas las circunstancias? ¿Por qué conscientemente se aferrarían a una mentira sin validez alguna, al grado de enfrentar persecución, prisiones, tortura y muerte?

Mientras que en el 11 de septiembre del 2001, los terroristas indudablemente creían lo que profesaban (evidenciado por su decisión de morir por ello), no pudieron saber y no supieron si el origen de sus creencias era o no verdad. Ellos pusieron su fe en tradiciones transmitidas a ellos por muchas generaciones. En contraste, los primeros mártires cristianos fueron la primera generación. O ellos vieron lo que aseguraban haberlo visto, o no.

Entre los más ilustres que profesaron haber sido testigos oculares, estaban los apóstoles. Ellos colectivamente sufrieron un cambio innegable, después de las declaradas apariciones de Cristo posteriores a Su resurrección. Inmediatamente después de Su crucifixión, ellos se escondieron temiendo por sus vidas. Después de la resurrección, ellos tomaron las calles y valientemente proclamaban la resurrección, a pesar de la intensa persecución. ¿Qué explicación habría para su repentino y dramático cambio? Ciertamente no era una ganancia financiera. Los apóstoles renunciaron a todo lo que tenían para predicar la resurrección, incluyendo sus vidas.

La Segunda Línea de Evidencia para la Resurrección de Cristo.

La segunda línea de evidencia concierne a la conversión de ciertos escépticos claves; los más notables de ellos fueron Pablo y Santiago. Pablo fue, en sus propias palabras, un violento perseguidor de la naciente Iglesia de Cristo. Después de lo que él describió como un encuentro con el Cristo resucitado, Pablo sufrió un inmediato y drástico cambio – de ser un perseguidor de la Iglesia, a uno de sus más prolíferos y desinteresados defensores. Como muchos de los primeros cristianos, Pablo sufrió pobreza, persecución, golpes, prisiones y su ejecución a causa de su firme compromiso por la resurrección de Cristo.

Santiago era un escéptico, aunque no fue tan hostil como Pablo. Un comentado encuentro con Cristo después de Su resurrección, lo convirtió en un innegable creyente, un líder de la iglesia en Jerusalén. Aún tenemos lo que los eruditos generalmente aceptan como ser una de sus cartas a la iglesia primitiva. Como Pablo, Santiago sufrió gustosamente y murió por su testimonio, un hecho que respalda la sinceridad de su creencia (ver El libro de Los Hechos y Antigüedades Judías XX, ix, 1. de Flavio Josefo.)

La Tercera y Cuarta Línea de Evidencia para la Resurrección de Cristo.

Una tercera y cuarta línea de evidencia concierne al testimonio enemigo sobre la tumba vacía y al hecho de que la fe en la resurrección tuvo su raíz en Jerusalén. Jesús fue públicamente ejecutado y sepultado en Jerusalén. Hubiera sido imposible para la fe en Su resurrección, que tuviera su raíz en la misma Jerusalén, puesto que Su cuerpo estaba aún en la tumba donde el Sanedrín podía exhumarlo, exhibiéndolo públicamente y por lo tanto exponiendo el engaño. En vez de ello, el Sanedrín acusó a los discípulos de robar el cuerpo, aparentemente en un esfuerzo por explicar su desaparición (y por tanto la tumba vacía). ¿Cómo explicamos el hecho de la tumba vacía? Estas son tres de las explicaciones más comunes.

Primero, los discípulos robaron el cuerpo. Si este fuera el caso, ellos habrían sabido que la resurrección era un fraude. Por lo tanto ellos no hubieran estado tan gustosos de sufrir y morir por ello (Ver la primera línea de evidencia concerniente a la demostrable sinceridad del testimonio de los testigos oculares). Todos los que profesaron ser testigos oculares, habrían estado conscientes de que ellos realmente no vieron a Cristo y por tanto habrían mentido. Con tantos conspiradores, seguramente alguno de ellos hubiera confesado; si no para detener su propio sufrimiento, al menos para terminar el sufrimiento de sus amigos y familiares. La primera generación de cristianos fueron totalmente masacrados, especialmente después de la conflagración de Roma en el 64 d.C. (un incendio que ordenó Nerón supuestamente para ganar espacio en la expansión de su palacio, pero del cual culpó a los cristianos en Roma en un esfuerzo por justificarse). Como declaró el historiador Cornelio Tácito en sus Anales del Imperio Romano (publicado solo una generación después del incendio):

“Nerón culpó e infringió las más refinadas torturas a una odiada clase por sus abominaciones, llamada cristianos por el populacho. Cristo, de quien el nombre tomó su origen, sufrió la pena capital durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros procuradores, Poncio Pilato, y una gran superstición malévola, aunque reprimida por el momento, volvió a hacer irrupción, no solamente a través de Judea, donde tuvo su origen este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde todas las cosas espantosas y vergonzosas de cada parte del mundo, encuentran su centro y se vuelven populares. De acuerdo a esto, primero se efectuó el arresto de todos los que se declararon culpables; luego, una inmensa multitud fue convicta, no tanto por el crimen del incendio de la ciudad, sino por su odio contra la humanidad. Fueron el objeto de toda clase de burlas aplicadas a sus muertes. Siendo cubiertos con pieles de animales, eran despedazados y muertos por los perros, o fueron clavados en cruces, o fueron condenados a las llamas, prendiéndoles fuego para servir como iluminación nocturna, cuando declinaba la luz del día”. (Anales, IV, 44)

Nerón iluminaba las fiestas en su jardín con cristianos a quienes quemaba vivos. Seguramente alguno hubiera confesado la verdad ante la amenaza de un sufrimiento tan terrible. El hecho es sin embargo, que no tenemos registro de ninguno de los primeros cristianos renunciando a la fe para terminar su sufrimiento. En vez de ello, tenemos múltiples informes de apariciones de Jesús después de la resurrección, a cientos de testigos oculares, gustosos de sufrir y morir por ello.

Si los discípulos no robaron el cuerpo, ¿de qué otra manera podemos explicar la tumba vacía? Algunos han sugerido que Cristo simuló Su muerte y más tarde escapó de la tumba. Esto es potencialmente absurdo. De acuerdo al testimonio de testigos oculares, Cristo fue golpeado, torturado, azotado y atravesado con una lanza. Sufrió heridas internas, pérdida de sangre masiva, asfixia, y su corazón fue traspasado por una lanza. No existe razón alguna para creer que Jesucristo (o cualquier otro hombre en tal caso) pudiera haber sobrevivido a tal suplicio, simular Su muerte, permanecer en una tumba por tres noches y tres días sin atención médica, comida o agua; quitar una enorme y pesada piedra con la que estaba sellada Su tumba y escapar sin ser detectado (sin dejar tras él un rastro de sangre), convencer a cientos de testigos oculares de que Él resucitó de la muerte y encontrarse con buena salud y luego desaparecer sin dejar rastro. Tal suposición es ridícula.

La Quinta Línea de Evidencia para la Resurrección de Cristo.

Finalmente, la quinta línea de evidencia concierne a la peculiaridad del testimonio de los testigos oculares. En todas las principales narraciones de la resurrección, las mujeres son acreditadas como las primeras testigos oculares. Esta hubiera sido una muy extraña invención, puesto que en las culturas, tanto en la del antiguo judaísmo como en la romana, las mujeres eran severamente discriminadas. Su testimonio era considerado como insustancial e inadmisible. Dado este hecho, es altamente improbable que cualquier forjador de un engaño en la Judea del primer siglo, hubiera elegido a mujeres para ser sus testigos primarios. Si todos los discípulos varones que declararon haber visto a Jesús resucitado, estuvieron mintiendo y la resurrección fue una estafa, ¿por qué habrían elegido a los testigos más indignos de confianza y dañinos a su causa que podrían haber encontrado?

Cuando se comprende el rol de la mujer en la sociedad judía del primer siglo, lo que es realmente extraordinario es que esta historia de la tumba vacía hubiera elegido a mujeres como las primeras descubridoras de ello. Las mujeres ocupaban un rango muy inferior en la escala social de la Palestina del primer siglo. Hay antiguos dichos rabínicos que decían, “Mejor dejar que las palabras de la ley sean quemadas, que ser entregadas a mujeres”, y “Benditos sean aquellos cuyos hijos sean varones, pero hay de aquel cuyas hijos sean mujeres”. El testimonio de las mujeres era considerado tan inválido, que no les era permitido servir como testigos legales en una corte legal judía. A la luz de esto, es absolutamente extraordinario, que las principales testigos de la tumba vacía fueran estas mujeres… Cualquier narración legendaria posterior ciertamente habría colocado a los discípulos varones como descubridores de la tumba – por ejemplo a Pedro o a Juan. El hecho de que las mujeres fueran las primeras testigos de la tumba vacía, es la más plausible explicación de que – les gustara o no – ¡ellas fueron las descubridoras de esa tumba vacía! Esto demuestra que los escritores de los Evangelios registraron fielmente lo que sucedió, aunque resultara embarazoso. Esto revela más la historicidad de esta tradición, que su estatus legendario.

En Resumen

Estas líneas de evidencia; la demostrable sinceridad de los testigos oculares (y en el caso de los apóstoles, el innegable e inexplicable cambio), la conversión y demostrable sinceridad de los antagonistas claves, y los escépticos convertidos en mártires; el hecho de la tumba vacía, el testimonio enemigo de la tumba vacía; el hecho de que todo esto tuvo lugar en Jerusalén donde la fe en la resurrección comenzó y se extendió; el testimonio de las mujeres; el significado de tal testimonio dado su contexto histórico; todos estos son sólidos testimonios de la historicidad de la resurrección. Animamos a nuestros lectores a considerar seriamente estas evidencias. ¿Qué te sugieren a ti? Habiéndolas considerados nosotros mismos, “La evidencia de la Resurrección de Jesucristo es tan abrumadora, que exige aceptación al probar lo que no deja absolutamente ningún lugar para la duda”.


 

Por qué es importante la resurrección de Jesucristo.

La resurrección de Jesucristo es importante por muchas razones.

Primero, testifica del inmenso poder de Dios mismo. Creer en la resurrección es creer en Dios. Si Dios existe, y si Él creó el universo y tiene poder sobre él, entonces Él tiene el poder de levantar a los muertos. Si Él no tiene tal poder, Él no es un Dios digno de nuestra fe y adoración. Sólo Él, quien creó la vida, puede resucitar después de la muerte. Sólo Él puede revertir la atrocidad que es la muerte misma, y sólo Él puede quitar el aguijón que es la muerte y dar la victoria sobre la tumba. En la resurrección de Jesús de la tumba, Dios nos recuerda su absoluta soberanía sobre la vida y la muerte.

Segundo, la resurrección de Jesús es un testimonio para la resurrección de los seres humanos, la cual es un principio básico de la fe cristiana. A diferencia de todas las otras religiones, sólo el cristianismo tiene un fundador que trascendió la muerte y quien prometió que Sus seguidores harían lo mismo. Todas las otras (falsas) religiones fueron fundadas por hombres y profetas, cuyo fin fue la tumba. Como cristianos, somos confortados en el hecho de que nuestro Dios se hizo hombre, murió por nuestros pecados, fue muerto y resucitado al tercer día. La tumba no pudo retenerlo. Él vive y ahora está sentado a la diestra de Dios el Padre en el Cielo. La iglesia viviente tiene una Cabeza viviente.

En 1 Corintios 15, Pablo explica en detalle la importancia de la resurrección de Cristo. Algunos en Corinto no creían en la resurrección de los muertos, y en este capítulo, Pablo da seis consecuencias desastrosas si es que no hubiera resurrección; 1) No tendría sentido el predicar a Cristo (v.14); 2) la fe en Cristo sería vana (v. 14); 3) todos los testigos y predicadores de la resurrección serían mentirosos (v. 15); 4) nadie sería redimido del pecado (v. 17); 5) todos los creyentes que nos precedieron, habrían perecido (v. 18); y 6) los cristianos serían la gente más digna de conmiseración en el mundo (v. 19). Pero Cristo, sí, se levantó de entre los muertos y “primicias de los que durmieron es hecho”. (v. 20), asegurando que lo seguiremos en la resurrección.

La inspirada Palabra de Dios garantiza la resurrección de los creyentes cuando Jesucristo venga por Su Cuerpo (La Iglesia) en el Arrebatamiento. Tal esperanza y seguridad surge en un grandioso canto triunfal como lo escribe Pablo en 1 Corintios 15:55, “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” ¿Cómo describen estos versos la importancia de la resurrección? Pablo responde, “…sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”. (v. 58). Él nos recuerda que sabiendo que seremos resucitados a una vida nueva, podemos sufrir persecución y peligros por amor a Cristo, tales como Él padeció (vv. 29-31), y al igual que miles de mártires a través de la historia, quienes gustosamente cambiaron sus vidas terrenales por la vida eterna mediante la resurrección.

La Resurrección es una victoria triunfante y gloriosa para cada creyente en Jesucristo, quien murió, fue sepultado, y resucitó al tercer día de acuerdo a las Escrituras. Y, ¡Él vendrá nuevamente! Los muertos en Cristo resucitarán primero, luego nosotros, los que hayamos quedado y vivamos para Su venida, seremos transformados y recibiremos nuevos cuerpos glorificados (1 Tesalonicenses 4:13-18). ¿Por qué es importante la resurrección de Jesucristo? Porque demuestra que Dios aceptó el sacrificio de Jesús a nuestro favor. Comprueba que Dios tiene el poder de levantarnos de los muertos. Garantiza que aquellos que crean en Cristo no permanecerán muertos, sino que serán resucitados a una vida eterna. ¡Esa es nuestra bendita esperanza!


 

Qué es el amor de Cristo.

La frase “el amor de Cristo”, diferente a “el amor por Cristo”, se refiere al amor que Él tiene hacia la humanidad. Su amor puede ser descrito brevemente como Su consentimiento para actuar en nuestro mejor interés, especialmente en satisfacer nuestra mayor necesidad, a pesar de haberle costado todo, y aunque éramos totalmente indignos de tal amor.

Aunque Jesucristo, siendo Dios por naturaleza, existió desde el principio de los tiempos con Dios el Padre (Juan 1:1) y el Espíritu Santo, dejó voluntariamente Su trono (Juan 1:1-14) para hacerse hombre, y así poder pagar el castigo por nuestros pecados, para que no tuviéramos que pagarlo nosotros por toda la eternidad en el lago de fuego (Apocalipsis 20:11-15). Porque el pecado de la humanidad ha sido pagado por nuestro Salvador Jesucristo, quien jamás pecó; Dios, quien es justo y santo, puede ahora perdonar nuestros pecados cuando aceptamos el pago de Jesucristo como nuestro (Romanos 3:21-26). Por tanto, el amor de Cristo es mostrado al haber dejado Su hogar en el cielo, donde era adorado y honrado como Él merece, para venir al mundo en forma de hombre, donde Él sería ridiculizado, traicionado, golpeado, y crucificado en una cruz para pagar el castigo por nuestro pecado, resucitando nuevamente de los muertos al tercer día. Él consideró nuestra necesidad de un Salvador de nuestro pecado y su castigo, como más importante que Su propia vida y comodidad (Filipenses 2:3-8).

Algunas veces la gente ofrece voluntariamente su vida por aquellos que consideran ser dignos de ello – un amigo, un familiar, otras personas “buenas” – pero el amor de Cristo va más allá de eso. El amor de Cristo se extiende hasta aquellos que son los más indignos. Él voluntariamente llevó el castigo de aquellos que lo torturaron, lo odiaron y se revelaron en Su contra, a quienes Él no les importaba, aquellos que eran los más indignos de Su amor (Romanos 5:6-8). ¡Él dio todo lo que podía dar por aquellos que menos lo merecían! Entonces, el sacrificio, es la esencia del amor santo, llamado amor ágape. Este es un amor como el de Dios, no un amor como el del hombre (Mateo 5:43.48).

Este amor que Él demostró por nosotros en la cruz, es solo el principio. Cuando ponemos nuestra confianza en Él como nuestro Salvador, ¡Él nos hace hijos de Dios, y co-herederos con Él! Él viene a morar dentro de nosotros a través de Su Espíritu Santo, prometiendo que nunca nos dejará ni nos desamparará (Hebreos 13:5-6). Por tanto, tenemos a un amado compañero de por vida. Y sin importar por lo que pasemos, Él está ahí, y Su amor está siempre disponible para nosotros (Romanos 8:35). Pero así como Él reina legítimamente como un Rey benevolente en el cielo, necesitamos darle la posición que Él merece también en nuestras vidas, la de Maestro y no solamente de compañero. Es solo entonces, cuando experimentaremos la vida que Él quiso que viviéramos en la llenura de Su amor (Juan 10:10b).


 

Cuál era el significado y propósito de las ‘tentaciones’ de Jesús.

Después de Su bautismo. Jesús “… fue llevado por el Espíritu en el desierto por cuarenta días, siendo tentado por el diablo…” (Lucas 4:1-2). Las tres tentaciones en el desierto fueron un intento por seducir la lealtad de Jesús a Dios y rendirla a Satanás. Vemos una tentación similar en Mateo 16:21-23 donde Satanás, a través de Pedro, intenta que Jesús renuncie a la cruz para la que fue destinado. Lucas 4:13 nos dice que después de las tentaciones en el desierto, Satanás “…se alejó de Él esperando un tiempo oportuno”. Lo que parece indicar que Jesús posteriormente fue tentado por Satanás, aunque los siguientes incidentes no quedaron registrados. El punto importante es que, a pesar de las varias tentaciones, Él jamás pecó. Es claro que Dios tenía un propósito al permitir que Jesús fuera tentado en el desierto, de acuerdo a la declaración de “fue llevado por el Espíritu en el desierto”. Un propósito era asegurarnos que tenemos un Sumo Sacerdote quien es capaz de compadecerse de todas nuestras debilidades (Hebreos 4:15) porque Él fue tentado en todas las áreas, al igual que nosotros somos tentados. La naturaleza humana de nuestro Señor, le permite que Él pueda compadecerse de nuestras debilidades, porque Él también fue sometido a debilidad. “Pues en cuanto Él mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados”. (Hebreos 2:18). La palabra griega traducida aquí como “tentado” significa “poner a prueba”. Así que, cuando somos puestos a prueba y atribulados por las circunstancias de la vida, podemos asegurar que Jesús comprende y se compadece como alguien que ha pasado por las mismas pruebas. Las tentaciones de Jesús siguen tres patrones que son comunes para todos los hombres: La primera tentación tiene que ver con los deseos de la carne (Mateo 4:3-4), lo cual incluye toda clase de deseos físicos. Nuestro Señor estaba hambriento, y el diablo lo tentó a convertir las piedras en panes, pero Él respondió citando Deuteronomio 8:3. La segunda tentación fue concerniente al orgullo de la vida (Mateo 4:5-7), y aquí el diablo trató de usar un pasaje de la Escritura contra Él (Salmo 91:11-2) pero el Señor nuevamente respondió con la Escritura de manera opuesta (Deuteronomio 6:16), declarando que sería un error que Él abusara de Sus propios poderes. La tercera tentación es respecto al deseo de los ojos (Mateo 4:8-10), y si hubiera una ruta rápida por la que el Mesías pudiera cumplir su misión evitando la pasión y crucifixión para lo que Él originalmente vino, sería ésta. El diablo ya tenía control sobre los reinos del mundo (Efesios 2:2), pero estaba listo para cederle todo a Cristo a cambio de Su lealtad. El solo pensarlo casi causa que la divina naturaleza del Señor se estremeciera, y Él contesta bruscamente, “AL SEÑOR TU DIOS ADORARÁS, Y SOLO A ÉL SERVIRÁS”. (Mateo 4:10; Deuteronomio 6:13). Hay muchas tentaciones en las que caemos porque nuestra carne es débil por naturaleza, pero “fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla”. (1 Corintios 10:13). Por tanto podemos obtener la victoria y agradecerle a Dios por librarnos de la tentación. La experiencia de Jesús en el desierto, nos ayuda a ver estas tentaciones comunes que nos impiden servirle a Dios eficazmente. Más aún, de las respuestas de Jesús a las tentaciones, aprendemos exactamente cómo debemos responder – con la Escritura. Las fuerzas del mal vienen a nosotros con miríadas de tentaciones, pero todas ellas contienen las mismas tres cosas en su esencia: la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida (1 Juan 2:16). Solo podemos reconocer y combatir estas tentaciones, saturando nuestros corazones y nuestras mentes con la verdad. La armadura del soldado cristiano en la batalla espiritual, incluye solo una arma ofensiva, la espada del Espíritu, la cual es la Palabra de Dios (Efesios 6:17). El conocer la Biblia íntimamente pondrá la espada del espíritu en nuestras manos y nos permitirá salir victoriosos de las tentaciones.


 

Qué significa que Jesús es el Hijo de Dios.

Jesús no es el Hijo de Dios en el mismo sentido que percibimos a un padre y su hijo. Dios no se casó y tuvo un hijo. Jesús es el Hijo de Dios en el sentido de que Él es Dios manifestado en forma humana (Juan 1:1, 14). Jesús es el Hijo de Dios en cuanto fue concebido por el Espíritu Santo. Lucas 1:35 declara, “Respondiendo el ángel le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con Su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios“. En tiempos bíblicos, la frase “hijo de hombre” se usaba para describir a un ser humano. El hijo de un hombre es solo un hombre. Durante Su juicio ante los líderes judíos, el sumo sacerdote le ordenó a Jesús, “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios”. (Mateo 26:63). Jesús respondió,“Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo”. (Mateo 26:64). Los líderes judíos respondieron acusando a Jesús de blasfemia (Mateo 26:65-66). Más tarde, ante Poncio Pilato, “Los judíos le respondieron; Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios”. (Juan 19:7). ¿Por qué el declarar ser el “Hijo de Dios” se consideraría como una blasfemia merecedora de la pena de muerte? Los líderes judíos entendieron exactamente lo que Jesús quiso decir con la frase “Hijo de Dios”. El ser el“Hijo de Dios” significa ser de la misma naturaleza de Dios. El “Hijo de Dios” es“parte de Dios” El clamar ser de la misma naturaleza de Dios, de hecho era “ser Dios mismo” siendo una blasfemia para los líderes judíos; por lo que ellos demandaron la muerte de Jesús. Hebreos 1:2-3 expresa esto con mucha claridad, “en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia…”. Otro ejemplo puede verse en Juan 17:12 donde Judas es descrito como el “hijo de perdición”. Juan 6:71 nos dice que Judas era hijo de Simón. ¿Qué significa en Juan 17:12 que se describe a Judas como “el hijo de perdición”? La palabra “perdición” significa“destrucción, ruina, desperdicio”. Judas no era literalmente el hijo de una“ruina, destrucción o desperdicio”, pero esas cosas eran las que identificaban la vida de Judas. Judas era una manifestación de la perdición. En el mismo sentido Jesús es el Hijo de Dios. El Hijo de Dios es Dios. Jesús es Dios manifestado en carne (Juan 1:1,14).

Estas son solo algunas preguntas y respuestas de la vida y obra de Jesús.